La inflación, uno de los indicadores económicos más observados por los gobiernos, bancos centrales y ciudadanos, ha sido un tema central en los últimos años debido a su impacto directo en la economía y en el poder adquisitivo de las personas. Tras un período de alta inflación en 2022 y 2023, 2024 cerró con signos de moderación, lo que ha generado expectativas sobre cómo se comportará este indicador durante 2025.
Contexto reciente
En 2024, la inflación en muchas economías desarrolladas se desaceleró en comparación con los picos alcanzados en los años anteriores. Factores como la normalización de las cadenas de suministro, la estabilización de los precios energéticos y las políticas monetarias restrictivas de los bancos centrales contribuyeron a esta tendencia. Por ejemplo, en la eurozona, la inflación cerró en torno al 2,8%, cerca del objetivo del Banco Central Europeo (BCE). En Estados Unidos, la Reserva Federal logró un control relativo, manteniendo la inflación en niveles más manejables, aunque aún por encima del 2%.
Sin embargo, los últimos meses de 2024 mostraron ciertos repuntes, especialmente en regiones dependientes de los mercados energéticos y agrícolas globales. Estos incrementos se debieron a la recuperación de la demanda en mercados emergentes y a tensiones geopolíticas que dificultaron la estabilidad de precios en sectores clave.
Factores que influirán en 2025
1. Política monetaria:
Los bancos centrales continuarán desempeñando un papel fundamental en la contención de la inflación. El BCE y la Reserva Federal han adoptado enfoques más cautelosos respecto a los aumentos de tasas de interés, optando por una política monetaria más estable tras años de ajustes agresivos. Sin embargo, la posibilidad de nuevas subidas no está descartada si los precios vuelven a mostrar una tendencia alcista, especialmente en sectores sensibles como la energía y los alimentos.
2. Energía y materias primas:
El comportamiento de los precios del petróleo y el gas natural será determinante. Aunque se espera que la transición energética hacia fuentes más sostenibles continúe, la dependencia de combustibles fósiles sigue siendo alta en muchas economías. Las tensiones en regiones productoras como Medio Oriente y la reactivación de la economía china podrían ejercer presión alcista sobre los precios. Además, los cambios en el clima global están afectando la producción agrícola, lo que podría traducirse en un aumento de los precios de alimentos básicos.
3. Cambios fiscales y normativos:
En 2025, algunos países pondrán fin a las rebajas fiscales implementadas durante la pandemia para estimular la economía, lo que podría elevar los costos para empresas y consumidores. En la Unión Europea, se anticipa un incremento en los impuestos relacionados con las emisiones de carbono, lo que podría impactar en el coste de bienes y servicios.
4. Crecimiento económico global:
El crecimiento económico de las principales economías será otro factor crucial. En 2024, Estados Unidos y la eurozona mostraron una ligera desaceleración, mientras que economías emergentes como India y Brasil tuvieron un desempeño más robusto. Si este patrón se mantiene, podría haber un reequilibrio en la demanda global, lo que influiría en los precios internacionales de bienes y servicios.
5. Expectativas de los consumidores y empresas:
La percepción sobre la estabilidad de los precios también juega un papel importante. Si los consumidores y las empresas esperan aumentos constantes, podrían adelantarse en sus decisiones de gasto e inversión, lo que generaría una presión inflacionaria adicional.
Perspectivas para 2025
A nivel global, la inflación podría mantenerse dentro de un rango del 2 al 4% en las economías desarrolladas, siempre que no ocurran choques externos significativos. En mercados emergentes, los niveles podrían ser más altos debido a factores estructurales y dependencia de importaciones esenciales. En Europa, las políticas fiscales más estrictas podrían ejercer una presión bajista sobre la demanda, ayudando a contener la inflación, aunque esto podría ir acompañado de un menor crecimiento económico.
Por otro lado, las economías dependientes de exportaciones agrícolas y energéticas podrían enfrentar retos adicionales debido a la volatilidad de los precios internacionales. En América Latina, por ejemplo, la inflación podría superar el promedio global debido a factores como la devaluación de monedas locales y el aumento del costo de importaciones clave.
En conclusión, aunque 2025 podría ser un año de relativa estabilidad en comparación con períodos recientes, los riesgos siguen latentes. Mantener un equilibrio entre crecimiento económico y estabilidad de precios será el principal desafío para los responsables de la política económica a nivel mundial.